En lo profundo de la Sierra Madre Occidental, donde los rayos del sol apenas lograban filtrarse entre las frondosas ramas, vivían dos criaturas extraordinarias: un venado cola blanca, de majestuoso porte y una veloz liebre de pelaje suave como la seda. Ambos compartían un lazo especial, más allá de lo que los ojos podían ver: sus almas estaban entrelazadas por un antiguo vínculo mágico.
El venado, cuyo nombre era Acalán, poseía astas que brillaban como la luna llena, y su mirada transmitía la sabiduría de los ancianos de la sierra. Por otro lado, la liebre, llamada Suyal, era conocida por su agilidad y destreza, y podía recorrer grandes distancias en un abrir y cerrar de ojos.
Un día, mientras exploraban los rincones más remotos del bosque, Acalán y Suyal encontraron una misteriosa planta de pencas verdosas y enormes. El aroma que emanaba de ella era embriagador y enigmático. Intrigados, decidieron investigar más sobre esta planta única y descubrieron que tenía propiedades mágicas y curativas.
Fue entonces cuando las almas de Acalán y Suyal se unieron y así Juntos, mediante rituales aprendidos de los sabios del bosque, destilaron la esencia del maguey para obtener un maravilloso líquido cristalino que bautizaron como "Raicilla".
La raicilla se convirtió en un elixir extraordinario que brindaba vitalidad y sabiduría sobrenatural a aquellos que bebían de ella. Pero Acalán y Suyal sabían que debían proteger su creación, pues aquel poderoso destilado podía ser mal utilizado si caía en las manos equivocadas por lo tanto Decidieron compartir la raicilla solo con aquellos corazones puros, enseñándoles a destilarla de manera responsable y en armonía.
Así, la raicilla se convirtió en una bebida exclusiva, transmitida de generación a generación través de sabios Taberneros y guardianes de la Sierra Madre Occidental.
Con el paso de los años, la leyenda de la raicilla y su origen se extendió, convirtiéndose en una historia contada en hogares y fogatas durante las noches estrelladas. Se decía que aquellos que bebían de la raicilla, podían sentir la conexión con Acalán y Suyal, y experimentaban la magia y el misterio de la sierra en cada sorbo.
Y así, gracias a la unión de un venado y una liebre, la raicilla se convirtió en un tesoro místico, que trascendía el tiempo y el espacio, manteniendo la esencia de la naturaleza viva en cada gota, y recordando a la humanidad la importancia de proteger y respetar el mundo que les rodea.
Proverbio chino
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